El ultimátum de Bourne

Jason Bourne (Matt Damon) vuelve al cine con una trepidante cinta de acción que los apasionados del cine de espionaje no puede dejar escapar. Para el resto de mortales, tampoco es que vaya a cambiar la historia del cine...

Personalmente no me gustan las secuelas por un simple hecho: no recuerdo nunca el final de las películas, con lo que me resulta complicado ver una segunda parte (no digo ya de una tercera). Así que ante la propuesta de ir a ver El ultimátum de Bourne (Paul Greengrass) tuve mis dudas. Ante mi sorpresa, salí del cine con la agradable sensación de visionar una historia de principio a fin que no te obliga a ver las anteriores entregas para comprenderla.

Antes de nada, situémonos, por si alguien más tiene el mismo problema que una servidora. Comenzamos el recorrido con El caso Bourne (Doug Liman, 2002) en donde aparece el personaje totalmente desorientado. Durante su búsqueda de quién es, conoce a una chica que le hará ver que es un ser humano. En la siguiente entrega, El mito de Bourne (Paul Greengrass, 2004), Jason se ve amenazado y vuelve en busca venganza. En El ultimátum de Bourne, el espía se encuentra otra vez perseguido y necesita resolver el misterio de su identidad.

Visto lo visto, es más de lo mismo. Pero no. Acción que te hace quedar sentado en la butaca del cine con los ojos como platos. No esperes obtener respuestas trascendentales sobre la vida, el amor o demás complejidades, porque no se trata de eso. Es acción espectacular de un espía en busca de respuestas. Todo ocurre rápido, con mucha energía, hay momentos en los que apenas puedes ver lo que sucede en pantalla, el ritmo es frenético. En resumen, se puede decir que visualmente es efectiva y que el personaje resuelve las situaciones de manera inteligente y sorprendente para el espectador. A veces parece que todo sea demasiado fácil, pero bueno, tengamos en cuenta que se trata de un profesional.

Marta Montijano